miércoles, 1 de mayo de 2013

Wittgenstein, Russell y la excéntrica capacidad transformadora del genio

Aunque inicialmente Bertrand Russell desconfió de Wittgenstein por su excentricidad, al final reconoció esa cualidad del genio que lo vuelve inconfundible: el impulso de transformar, revolucionar, cambiar.




La genialidad es un concepto más fácil de ejemplificar que de definir. Con soltura, holgura y prontitud podemos enumerar en un instante los nombres de cuatro o cinco genios cuya inclusión en esta categoría de la inteligencia pocos o nadie rebatiría. Sin embargo, probablemente esa misma lista hipotética nos mostraría la diversidad de formas que adquiere el genio, que lo mismo puede manifestarse en las ciencias que en el arte o la especulación filosófica o religiosa, también en los intentos por comprender el funcionamiento de una sociedad o a veces, en casos radicales, en la renuncia irrevocable hacia eso que es claramente el talento más notable (como fue el caso de Rimbaud). Aunque componen una legión bastante compacta, los genios son también desiguales entre sí, lo cual en cierta forma agudiza la reverencia con que a veces los consideramos.
Con todo, es posible que haya una cualidad más o menos subrepticia que los hermana a todos y que, culturalmente, se ha considerado una suerte de sello distintivo de la genialidad, el salvoconducto o membresía que, parafraseando el título de G. K. Chesterton, representa el pase al club de los genios raros: la excentricidad.
En efecto: el genio alimenta en torno a sí un circuito que aunque parte de su inteligencia notable ―uno de esos atributos que, según la conseja popular, es imposible ocultar―, pronto se convierte en una serie de elementos que se nutren mutuamente. Dicha capacidad da lugar al respeto que se le concede pero también, en el individuo, a cierta extravagancia para conducirse en la vida cotidiana. Por su genialidad algunos se encuentran exentos de realizar lo que la mayoría ejecuta con absoluta normalidad: saludar al vecino, enamorarse, plantearse el mundo como un sistema limitado, cerrado, imperfecto.
No así para el genio, para quien estas acciones aparentemente simples, elementales o corrientes son motivo de un conflicto mayúsculo en la medida en que tiene que entenderlas antes de aceptarlas, en un mundo en el que además la perfección es posible (preferentemente bajo la forma de la compresión acabada de un hecho).
¿El genio es excéntrico antes o después de estar consciente de su genialidad? ¿Se trata de un problema (en el sentido filosófico del término) de esencia o de apariencia? ¿La excentricidad y la genialidad son cualidades recíprocas, simbióticas casi, en la que una se nutre de la otra, y viceversa, y por lo cual es impensable disociarlas?
En este audio, Bertrand Russell se plantea dicho dilema a propósito de Ludwig Wittgenstein. Russell, recordemos, fue maestro de Wittgenstein en Cambridge, adonde el austriaco viajó casi exclusivamente para verlo y escucharlo, relación que pasada cierta aspereza inicial (debida justamente a la excentricidad de Wittgenstein, que inicialmente irritó e hizo desconfiar a Russell), se volvió fructífera y esperanzadora para el desarrollo de la filosofía occidental.
“¿Un hombre de genio o solo un excéntrico?”, se pregunta Russell, retrospectivamente, al tiempo que recuerda un incidente al fin del primer año de Wittgenstein en Cambridge, en el cual este se le acercó para, educadamente, pedirle si le podía decir si era o no un completo idiota. “Porque si soy un completo idiota, seré piloto; si no, me volveré filósofo”, dijo Wittgenstein para rematar su pregunta, como haciendo eco de algo que podríamos denominar “la paradoja de Raskólnikov” en alusión franca al dilema existencial que anima al emblemático personaje de Dostoievski: si me pregunto si soy un genio, ¿no estoy aceptando tácitamente que no lo soy? Al maestro, sin embargo, le bastó leer la primera frase de un texto de Wittgenstein para saber y decirle a su alumno que, en efecto, su destino era revolucionar la filosofía.
Porque, al final, la capacidad de transformar es el crisol donde se templa y se prueba el genio auténtico.
En YouTube, Wittgenstein, película de Derek Jarman (1993) sobre la vida y la obra del filósofo.

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